miércoles, 24 de mayo de 2017

José Miguel Cejas, un biógrafo apasionado


NOTAS Y COMUNICADOS
Opus Dei - Fallece José Miguel Cejas, un biógrafo apasionadoJosé Miguel Cejas.
El 4 de febrero, José Miguel Cejas falleció inesperadamente en Madrid a causa de un ataque al corazón.
José Miguel era doctor en Ciencias de la Información y escritor. Entre sus numerosas publicaciones destacan Toda la vida a una cartaPiedras de escándaloLos cerezos en florEl baile tras la tormenta o 8 historias sin vergüenza.
El pasado 1 de febrero salió a la luz su último libro: Cálido viento del norte, un libro de relatos sobre el cristianismo en Escandinavia.




Es autor, además, de varias biografías sobre San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.

martes, 23 de mayo de 2017

La tiranía de la igualdad

AUTOR:IGNACIO ARÉCHAGA

Es estimulante leer a un liberal desinhibido que da la batalla de las ideas contra el igualitarismo estatista. El libro se publicó con éxito en Chile en 2015, y esta es la versión internacional, despejada de la discusión propiamente chilena y centrada en los argumentos de fondo.
Axel Kaiser, abogado chileno de origen alemán, es un analista político, escritor y columnista en su país, director de un think tank de inspiración liberal clásica. El tono del libro es ciertamente combativo, en polémica con la izquierda socialista y la derecha estatista, aunque esto no impide que los argumentos predominen sobre las descalificaciones.
Desde su óptica liberal, Axel Kaiser defiende unas posturas que podrán ser compartidas por muchos que no están dispuestos a renunciar a la libertad por la igualdad. Advierte que “el verdadero problema es la pobreza, no la desigualdad”, y por eso hay que ver si las medidas igualitarias fomentan o frenan el crecimiento económico. La igualdad en la escasez –al estilo castrista– nadie la quiere.
Considera imposible y perjudicial la igualdad de resultados, pero también tacha de quimera la igualdad de oportunidades, pues siempre habrá gente con mejor punto de partida. Esto es indudable, pero puede verse también como una razón más para intentar mejorar las posibilidades del que empieza con retraso.
Kaiser defiende el papel del mercado como fórmula óptima de asignación de recursos, y desmiente la idea de que fuera de lo público no hay salvación. Critica, con razón, la presunción de que los agentes del mercado (empresarios, trabajadores, consumidores) persiguen solo su propio interés, pero si pasan al Estado se convierten en funcionarios y políticos angelicales que velan por el bien común. Por el contrario, Kaiser piensa que si el mercado tiene fallos, lo estatal suele ser más ineficaz y corrupto.
De los “derechos sociales” no le gusta ni el nombre, porque implican una redistribución masiva e ineficiente de riqueza por parte del Estado, que va a ser captada por grupos de interés –no los más necesitados–, a través de unos impuestos que desincentivan el crecimiento económico. Por eso, frente a la proliferación de “derechos sociales”, Kaiser advierte que los recursos son limitados y las necesidades infinitas. Advertencia sensata, aunque no es tan fácil seguirle cuando asegura que “nadie puede ser obligado por la fuerza a satisfacer necesidades ajenas, pues nadie tiene derecho de propiedad sobre otros”. ¿Pero son necesidades ajenas o necesidades colectivas? Porque una cosa es que el Estado utilice los impuestos solo para buscar la igualdad y otra que al que tiene más se le exija también más para contribuir a las necesidades comunes.
Axel Kaiser recuerda la experiencia histórica de que la ideología igualitaria tiene en sí los gérmenes del Estado autoritario. Pero su alegato por la libertad se identifica más bien con una defensa del individualismo. Una auténtica promoción de la libertad debería llevar también a tratar de romper las ataduras materiales que impiden a otros más débiles desarrollar su potencial. Procurar activamente que los menos favorecidos puedan llevar a sus hijos a un buen colegio, ser atendidos en la enfermedad sin agobios económicos, o disfrutar de una pensión en su vejez, son condiciones para defender su libertad. Lo cual no exige que la educación o la sanidad tengan que ser monopolio público, pero sí supone garantizar que nadie se queda fuera de esa cobertura indispensable.
Pero este tipo de defensa de la libertad de otros apenas aparece en el libro. Más bien da la impresión de que un esfuerzo redistributivo por parte del Estado equivale a una expropiación. Para Kaiser, “no es correcto decir que todo liberal se opone siempre a la redistribución, solo quiere mantenerla a raya, pues esta constituye una agresión a la libertad personal”. Lo que pasa es que si la raya se pone muy abajo, será difícil que el Estado pueda cubrir bien esas necesidades colectivas. Por ejemplo, es muy coherente con la libertad de enseñanza el cheque escolar que Kaiser defiende, pero parece difícilmente financiable con una política de impuestos lo más bajos posibles, como quiere el autor.
Tampoco da la impresión de que, por el momento, el nivel impositivo en Chile sea confiscatorio. La presión fiscal se mantiene en torno al 20% del PIB, la segunda más baja de la OECD, donde la media es el 34,3%; y también es uno de los países donde el sistema impositivo corrige menos la desigualdad.
Es verdad, como dice Kaiser, que “es el desarrollo lo que permite ir subiendo impuestos y no el alza de impuestos lo que permite el desarrollo”. Pero también hay que preguntarse si las desigualdades en América Latina, mucho más acusadas que en Europa o Norteamérica, no han sido un freno al desarrollo en vez de un incentivo.
Kaiser da por supuesto que la desigualdad es fruto del mérito, de la capacidad de algunos para descubrir y aprovechar oportunidades que otros no han visto. Pero también puede ocurrir que sea mero fruto de la herencia o de la codicia del que, por ocupar un puesto en el consejo de administración, se atribuye una suculenta tajada de los beneficios de la empresa, y a veces incluso sin beneficios. La reciente crisis ha aportado numerosos ejemplos de estas prácticas.
El libro de Axel Kaiser proporciona una aguda crítica de los mitos igualitarios. Pero a la vez transmite un discurso propio del que habla desde arriba y ve todo esfuerzo redistributivo como una amenaza. Quizá si los liberales se preocuparan activamente de potenciar la libertad de los que están más abajo, los populismos encontrarían menos eco en América Latina.